viernes, 1 de noviembre de 2013

Estadista o gobernante...

En 1940, Inglaterra esperaba de un momento a otro la invasión nazi. Winston Churchill sabía que la primera trinchera de defensa estaría en el aire y exigió una fuerza aérea sólida, imbatible.  Y aunque le habían prometido los mejores cazas de la época, éstos no salían de los tableros de diseño para entrar en operaciones. Para lograrlo, Churchill convocó a Max Aiken, un magnate canadiense del papel prensa y fundador del Daily Express, a quien entregó el Ministerio de la Construcción Aeronáutica. 

Esto le puso en contra a toda la Royal Air Force. Pero semanas después, cuando el arma aérea comenzó a recibir un 50% más de los cazas programados, el amotinamiento cesó ¿Qué había pasado?

Churchill había separado a usuarios de constructores, confiando en la tenacidad, energía y robusto liderazgo de Aiken, quien no sabía siquiera por don- de se entraba a un Spitfire, pero tenía una idea clara de cómo construirlos en menos tiempo, en mayores cantidades y a menor costo.

Churchill, por sobre todo un estadista, había tomado un atajo. Desdeñó lo obvio y prefirió ceder al pensamiento lateral, buscando una solución en la que nadie habría pensado.

Guardando las distancias, los tiempos y las circunstancias, en el Paraguay necesitamos que el Presidente de la República aplique principios de estadista y dé el paso revolucionario que el país necesita.

Cuando Lula asumió la primera presidencia en enero de 2003 hizo lo que nadie esperaba: puso al frente del Banco Central del Brasil a Henrique Meirelles, ex CEO del Banco de Boston y adversario político convertido en diputado por el PSDB.

Este inesperado nombramiento no sólo desbarató todos los temores del sector empresario de que un sindicalista manejara una de las economías más grandes del mundo, sino que además sumó a la gestión pública un talento del sector bancario privado para conducir la política monetaria del Brasil.

El Gobierno debe comenzar a ejercer este tipo de pensamiento en algún momento. No se necesita un burócrata extraído del riñón del FMI –por altamente calificado que esté- para dirigir el BCP. Es, simplemente, más de lo mismo, rutina, el camino obvio. El BCP necesita energía ejecutiva, pensamiento creativo y hasta audacia para pensar.

Fernández Valdovinos está bien para lo que ya existe. Pero ejecutivos formados en la banca privada, estarían mejor para lo que hay que construir, un BCP que sea algo más que un custodio celoso de la inflación y rottweiler de las reservas. El Paraguay necesita generar estímulos para el crédito, sacudiendo la modorra de un sistema financiero demasiado conservador.

El presidente Cartes tiene por delante muchos desafíos si es que aspira a pasar a la historia como un estadista. Aunque a veces tenga que apelar al aforismo extremo del gran tribuno de la Revolución Francesa, Georges Danton: “L’audace, toujours l’audace” (Audacia, siempre la audacia).