lunes, 21 de abril de 2014

Paraguay necesita diplomáticos cualificados.

Un país pequeño como el nuestro, de desarrollo económico relativo y con la limitación adicional de ser un país geográficamente enclaustrado por su mediterraneidad, requiere de un servicio diplomático sumamente competitivo, integrado por profesionales con una alta cualificación intelectual y probidad ética, capaces de moverse con soltura en el mundo y negociar condiciones ventajosas de inserción nacional en la comunidad internacional. Para ello, es menester que la Cancillería continúe afinando los mecanismos de selección de nuevos integrantes de su escalafón y permanente actualización de los ya existentes.

Hasta hace quince años, cuando el Congreso sancionó, y el Poder Ejecutivo promulgó, la Ley 1335/99, del Servicio Diplomático y Consular de la República del Paraguay, nuestro país no contaba con una carrera diplomática equiparable a la ya existente en otros países de la región. Nuestros principales cuadros diplomáticos estaban mayormente integrados por familiares y allegados de ex altos funcionarios del Estado, en particular hijos, sobrinos o nietos de importantes jerarcas de la dictadura stronista.

Ya en épocas de la apertura política, iniciada en febrero de 1989, el clientelismo político también se hizo sentir en las filas del Ministerio de Relaciones Exteriores, que agregó a los funcionarios heredados del régimen autoritario otros tantos empleados apadrinados por los dirigentes bien vinculados con los diferentes gobiernos de turno.

Así las cosas, la primera tarea emprendida por los diferentes cancilleres, a partir de la ley del escalafón, estuvo relacionada con una suerte de blanqueo de los cuadros de diplomáticos existentes a la fecha de la aprobación de la norma. De allí provino, seguramente, el conocido aforismo de que el Paraguay no tenía diplomáticos de carrera, sino diplomáticos a la carrera, es decir, improvisados o bien probados únicamente en la fragua de la experiencia.

Algunos años más tarde, ya bajo la administración del ex presidente Lugo, se convocó a concursos públicos de oposición y méritos para ingresar a la última categoría del escalafón (tercer secretario), tal como lo prescribe el artículo 7º de la Ley 1335/99. En rigor, ese fue el verdadero comienzo de la carrera diplomática profesional en el Paraguay.

La semana pasada, la Cancillería anunció la organización de exámenes de oposición durante el mes de junio, a fin de categorizar a funcionarios permanentes de la institución en su escalafón administrativo. Posteriormente se realizará una convocatoria pública, a fin de que puedan participar en la misma todos los interesados en ocupar puestos en Relaciones Exteriores. La iniciativa, pues, es digna de ser destacada.

Un país pequeño como el nuestro, de desarrollo económico relativo y con la limitación adicional de ser un país geográficamente enclaustrado, requiere de un servicio diplomático sumamente competitivo, integrado por profesionales con una alta cualificación intelectual y probidad ética, capaces de moverse con soltura en el mundo –con dominio de lenguas extranjeras– y negociar condiciones ventajosas de inserción nacional en la comunidad internacional.

Para lograrlo, es menester que la Cancillería rechace toda forma de prebendarismo en la integración de sus cuadros, y que afine los mecanismos destinados a asegurar que el Paraguay cuente con un servicio exterior de excelencia, compuesto por diplomáticos que ejerzan una digna representación nacional a lo largo y ancho del mundo.

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