miércoles, 9 de julio de 2014

La Cumbre del Mercosur

Finalmente, las varias veces postergada Cumbre del Mercosur se llevará a cabo el 29 de julio en Caracas, Venezuela, según informó el Ministerio de Relaciones Exteriores. El encuentro de los presidentes del bloque se suspendió en cuatro oportunidades, lo que constituye un claro indicador del estado en que se halla esta iniciativa de integración regional.

A ninguno de los países miembro pareció preocuparle demasiado las sucesivas prórrogas ni que la presidencia pro témpore permaneciera en manos venezolanas por más tiempo del debido. La Cumbre tenía fecha para diciembre del año pasado y por pedido primero de la presidenta argentina, luego de la brasileña y al fin del mandatario venezolano se fue posponiendo hasta ahora, cuando ya estamos en la segunda mitad del año. No son un dato menor estas postergaciones.

Un gran número de asuntos concernientes al Mercosur solo pueden ser tratados y resueltos en la más alta instancia, es decir con la participación de los jefes de Estado. Que transcurran casi ocho meses entre el día pautado inicialmente y la concreción de la Cumbre es una muestra de la debilidad institucional y política del bloque. Esta debilidad contrasta vivamente con el vigor que exhibe otro proceso de integración en el continente: la Alianza del Pacífico.

Este bloque conformado por Chile, Perú, Colombia y México viene cumpliendo puntillosamente sus plazos y objetivos, basado en una actitud mucho más pragmática que pone en primer lugar los temas de integración comercial y económica y deja en un segundo plano las discusiones políticas o las afinidades ideológicas. El Mercosur cumplió 23 años en marzo pasado, aniversario del Tratado de Asunción. En abril, se recordaron los primeros tres años de la Declaración de Lima, punto fundacional de la Alianza del Pacífico. A pesar de la diferencia de edades, el bloque del Pacífico parece más cerca de la madurez que nuestro Mercosur.

Está claro que esta iniciativa de integración fue desde un principio un proyecto diseñado en función de los intereses y de la visión de las economías más fuertes de esta parte del continente. Más de dos décadas después, el balance para los socios menores no puede calificarse de positivo. Brasil busca con el Mercosur un respaldo a su proyección mundial como potencia emergente. La iniciativa de integración regional es su ámbito natural de hegemonía y la plataforma desde la cual negociar y dialogar con las demás naciones poderosas del planeta. Al igual que Brasil, Argentina sostiene actitudes y medidas proteccionistas que atentan directamente contra la letra y el espíritu del Mercosur.

Esta iniciativa de integración es en su origen y esencia un acuerdo comercial destinado a permitir el libre tránsito de mercancías de un país a otro. Paraguay respetó siempre las disposiciones del Tratado, permitiendo que la producción argentina y brasileña copen su mercado, en más de una oportunidad poniendo a empresas nacionales en condiciones de inferioridad. No ocurre lo mismo en sentido inverso. No se encuentra la misma coherencia del otro lado de la frontera.

Los industriales paraguayos conocen muy bien el “espíritu de integración” de las autoridades de los países vecinos, que además de las trabas arancelarias agregan una gran cantidad de obstáculos, exigencias y requisitos que forman una muralla que los productos fabricados en Paraguay prácticamente no pueden atravesar. Es crucial para el futuro del Paraguay que las autoridades comprendan que el mundo va mucho más allá de los países vecinos y hoy existe la posibilidad de construir acuerdos y alianzas –comerciales y de cualquier otro tipo– con países lejanos dentro y fuera del continente.

Si el Paraguay ratifica su apuesta por el Mercosur, tiene la obligación de reclamar cambios de fondo en las relaciones comerciales hoy vigentes.



http://www.lanacion.com.py/articulo/170282-la-cumbre-del-mercosur.html

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